Jueves, 01 Agosto 2019 17:26

Carlos Enríquez (1963-2019)

Tras el fallecimiento de nuestro compañero Carlos Enríquez, desde el CNB expresamos nuestro dolor por su pérdida  y mandamos un fuerte abrazo a su familia.

Le recordamos con las emotivas palabras de Lluís Montoliu

Un centro de investigación es una pequeña ciudad. Una colectividad en la que convive mucha gente, que va sucediéndose a lo largo de los años, cada cual realizando su función, para que todo el engranaje siga rodando perfectamente. En un centro coinciden los investigadores, de diversos tipos (en formación, postdoctorales, visitantes, responsables de grupo), el personal administrativo y de servicios (limpieza, seguridad, cafetería, etc…) y por supuesto el personal técnico y de apoyo a los laboratorios, quienes contribuyen con su trabajo a la adecuada ejecución de los proyectos de investigación. Muchas veces se trata de personas transparentes. Frecuentemente no reparamos en su trabajo, aunque su labor sea fundamental. Su presencia es esencial para que todo funcione correctamente, para que las logísticas y las rutinas departamentales sigan operativas sin que nadie se percate. Para que los reactivos y soluciones estén en el cajón o el estante donde esperamos encontrarlas. Siempre listas. Siempre a punto.

Carlos Enríquez era uno de estos técnicos de nuestro centro. Probablemente estaba entre quienes llevamos más años conviviendo en el CNB, más de 25 años en su caso. Había pasado por diversos laboratorios y por diversos servicios. Ahora llevaba ya muchos años de técnico de nuestro departamento de biología molecular y celular, encargado de la preparación y facturación de los medios y soluciones para cultivos celulares de los laboratorios de la primera planta del CNB. Su personalidad extrovertida y su irrefrenable gusto por la conversación espontánea, a todas horas, hacía inevitable que cualquiera de los habitantes del centro no le conociera. Todos recordamos en algún momento haber escuchado sus historias, sus aficiones, sus achaques, sus chistes. Reconozco que, en más de una ocasión, sin tiempo para detenerme a conversar, le había dado una palmadita en la espalda, tras saludarlo, emplazándole a otro momento para hablar. Y su respuesta era siempre una sonrisa, con la que te reconfortaba la mala conciencia que te quedaba por no haber podido detenerte a charlar con él.

Carlos Enríquez estaba cuando se le necesitaba. Nos había hecho favores a todos. Recordaba detalles personales de cada uno de nosotros, de dónde éramos, nuestras familias, nuestras vacaciones, etc… Por supuesto, a raíz de su afición por la fotografía muchos recordaremos las fotos de grupo que nos tomó, fuera y dentro del CNB. O para echarnos una mano en cualquier remodelación de los laboratorios. Estaba presente en las fiestas, en las actividades sociales y culturales, en el grupo de teatro, en la coral del campus, y en muchos otros grupos espontáneos que se formaron en el centro a lo largo de todos estos años.

Tampoco olvidaba sus orígenes en el CBMSO, donde coincidió con Antonio Varas y Luis Yuste, que también se trasladaron al CNB, abordando la secuenciación del genoma del virus de la peste porcina, bajo la supervisión de Paco Rodríguez, en el laboratorio de Eladio Viñuela. Seguía cultivando la amistad con sus ex-compañeros del CBMSO mediante visitas o comidas periódicas.

Todo ello terminó abruptamente el pasado lunes, 29 de julio, de forma inexplicable. Esta pequeña ciudad que es el CNB perdió uno de sus habitantes. Carlos Enríquez ya no está en el centro, pero su huella y su recuerdo persistirán.